Anoche Melingo invitó a Jaime Torres para
hacer una zamba. Fue un cuelgue psicodélico de más de diez minutos de
música autóctona. El Ateneo entero supo que frente a un cuarteto de
contrabajo, guitarrón, eléctrica y charango estaban descubriendo
algo nuevo. Por eso los aplausos duraron más de cinco minutos y Jaime
tuvo que agacharse para saludar tres o cuatro veces. Luego tuvimos que
perdernos entre Almagro y algunos bares para, entre la noche y esa pieza
gloriosa, lograr hacer algo con eso. Del pico un vino, Corrientes
amaneciendo y esa zamba poderosa, dueña de la gran ciudad.
lunes, 10 de marzo de 2014
Domingo blues
Festejamos el domingo en banda. Pensamos en el blues de Jack White, el de Pappo y alardeamos un gran verso local de Vilche: "Y los hombres tristes, / deambulan por la ciudad / en busca de respuestas, / queee, / no saben dónde están". Dylan dijo
entre el pollo y las papas fritas que tenemos que ser felices a pesar
de todo. Una de la banda lo enganchó con que "Vomitar es igual a llorar.
Duele adentro". Descubrimos la historia secreta del hermitaño Don
Tocornal y ahora la casa, sola y fresca, disfruta del desorden y la
lluvia. "No tan Buenos Aires" (seguirá el disco entero hasta el final)
me hace recordar a los que están fuera o lejos de esta ciudad mientras
un mosquito me explota un tobillo sucio.
lunes, 24 de febrero de 2014
La hamaca del abuelo
Es raro que esté sentado un domingo a la
mañana en la puerta de casa. A esa hora el sol te dá de frente. Esperaba
a unos amigos, teníamos plan. Mi vecino, del cual conozco algunos de
sus gustos -sé que una noche cantaron con sus amigos el primer
disco de Vox Dei a los gritos, que sabe cosechar y que trabaja en la
Uocra- pasó por la vereda y me saludó amablemente. Todavía no se
aprendió mi nombre. Creo que tampoco sé el suyo, lo sospecho. Fue hasta
la esquina y volvió; quince metros. Cuando pasó nuevamente frente a mí,
se frenó y me dijo:
-¿Sabés una cosa? Esta madera que siempre acomodo la puso tu abuelo. Antes era un tirante que sostenía la hamaca donde jugaban todos ustedes. La sigo sosteniendo porque eso, la puso tu abuelo.
Después se fue y puso un disco de Janis Joplin al palo. Luego de veinte años vivo en la casa que hizo mi abuelo. Lo pensé y después hice mis planes. Estuve en un lugar de antigüedades. Habitaba el mismo olor que aquellos años. Estaba su olor. Ya ahora, de noche, nos vamos al cumpleaños de la vieja, mi abuela, cumple 83, y seguramente brindaremos por él.
Te extraño, abuelo.
-¿Sabés una cosa? Esta madera que siempre acomodo la puso tu abuelo. Antes era un tirante que sostenía la hamaca donde jugaban todos ustedes. La sigo sosteniendo porque eso, la puso tu abuelo.
Después se fue y puso un disco de Janis Joplin al palo. Luego de veinte años vivo en la casa que hizo mi abuelo. Lo pensé y después hice mis planes. Estuve en un lugar de antigüedades. Habitaba el mismo olor que aquellos años. Estaba su olor. Ya ahora, de noche, nos vamos al cumpleaños de la vieja, mi abuela, cumple 83, y seguramente brindaremos por él.
Te extraño, abuelo.
Visto de negro y salgo los martes
Tengo un paraguas con mango de madera. No se
trata de vejez, ni temor. Es una causa de dandismo, uno que se halle por
los años cuarenta, que conozca de bares y poesía. Ese mango de madera
un día me sostuvo la pera, miraba a una paloma destrozada
por la urbanidad. La paloma lo llevaba sin rencores, picaba de la calle
la basura de las primeras horas de la tarde. Había llovido toda la
mañana y quizás el viaje se haría más largo. Era martes, por eso estaba
vestido de negro y pensaba salir. Lo que nunca creí fue verla de esa
manera, abriéndose por el medio de la gran ciudad, su sonrisa, luminosa,
su sonrisa, salvadora. Se me zafó la pera de mi paraguas y la paloma
nos dejó solos. Zapatillas de lona, vestido y campera de cuero. Todo por
Diagonal Norte hasta el cine.
El primero de Vox Dei
Escuché ruidos en patio ajeno. Subí a la
terraza y ví un pedazo de nube formada por el tóxico de la petrolera.
Escuché canción y un par de gritos. Mi vecino está de asado con unos
amigos, creo que son tres más. Trabajan en UOCRA. Mi vecino anda
con mirada desviada y al metro noventa siempre lo tapa un enterito
(vaya chiste) de maquinista, aunque sea verano. La canción me sonó
conocida y la voz del cantante también; "Reflejos" gritaron. Al toque
empezó "No es por falta de suerte" y después "Cuero". Los muchachos de
la UOCRA están escuchando un disco de Vox Dei mientras se bajan un
costillar entero. Si fuera un poco más vivo me subiría al borde de la
medianera y les pediría un lugar, al menos un vaso. Sin embargo, ahora
con la lluvia no escucho el final de "Presente" porque se metieron
adentro para que el disco original no se les cague.
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