#
Cuando ví a Joey Ramone en vivo sentí algo especial. Me movilizó.
Era feo y desprolijo, no tocaba tan bien la guitarra y casi que no
bailaba. Después averigüé si sabía bailar pero nadie me supo
responder.
# ¿Ahí
decidiste ser músico o ahí directamente sabías que ibas a cantar y
tocar el bajo?
# Ahí
supe que él se parecía mucho a mí y encima lo noté contento...
Apenas
dijo eso, el Chango retó a Monchito -su perro- con un “Salée
Monchito” y se lo llevó para adentro. Luego volvió al patio, se
sentó en un pedazo de tronco y siguió:
# Yo
lo único que quería era estar con mis amigos y seguir escuchando
música, tener tiempo para hacer esas dos cosas#, dijo mientras se
acomodó el cuello de su remera de “Kizz” y miró a su primo que
hacía cuatro años que no lo veía.
# Pero
algunos de nosotros tuvimos que salir a laburar para poder
arrancar...# dijo el primo que también es músico pero se recibió
de arquitecto y ahora trabaja ocho horas diarias en su oficio
matriculado.
# Sí
ya sé, por eso estoy feliz, pudimos hacer una banda con mis amigos y
vivir de eso. Aunque no sé hasta cuándo durará.
Por el
cielo pasaron volando cien pájaros negros. Los miraron y dejaron de
hablar hasta que se perdieron en el cielo de otro patio.
#
Estamos en pleno invierno Chango, no podés seguir usando esa malla
naranja, te vas a enfermar. Vos te tenés que cuidar la garganta
poderosa.
# La
uso porque me queda cómoda y tengo varios kilos de grasa que me
protegen.
#
¿Pero cómo es que le dijiste a tu vieja?
# Le
dije que se quede tranqui, que no necesito usar
pantalones-largos-prolijos porque soy una estrella de rock del
submundo.
El
Chango se rió y vió venir a Monchito a toda velocidad. El cusco
acababa de aprender a abrir puertas. Corrió hacia el Chango como si
hubiera matado a un policía motorizado.
Texto
trabajado en la Universidad Orsai con Josefina Licitra. Había que
escribir un diálogo que no hayamos presenciado.
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