Anoche Melingo invitó a Jaime Torres para
hacer una zamba. Fue un cuelgue psicodélico de más de diez minutos de
música autóctona. El Ateneo entero supo que frente a un cuarteto de
contrabajo, guitarrón, eléctrica y charango estaban descubriendo
algo nuevo. Por eso los aplausos duraron más de cinco minutos y Jaime
tuvo que agacharse para saludar tres o cuatro veces. Luego tuvimos que
perdernos entre Almagro y algunos bares para, entre la noche y esa pieza
gloriosa, lograr hacer algo con eso. Del pico un vino, Corrientes
amaneciendo y esa zamba poderosa, dueña de la gran ciudad.
La covacha de los títeres
lunes, 10 de marzo de 2014
Domingo blues
Festejamos el domingo en banda. Pensamos en el blues de Jack White, el de Pappo y alardeamos un gran verso local de Vilche: "Y los hombres tristes, / deambulan por la ciudad / en busca de respuestas, / queee, / no saben dónde están". Dylan dijo
entre el pollo y las papas fritas que tenemos que ser felices a pesar
de todo. Una de la banda lo enganchó con que "Vomitar es igual a llorar.
Duele adentro". Descubrimos la historia secreta del hermitaño Don
Tocornal y ahora la casa, sola y fresca, disfruta del desorden y la
lluvia. "No tan Buenos Aires" (seguirá el disco entero hasta el final)
me hace recordar a los que están fuera o lejos de esta ciudad mientras
un mosquito me explota un tobillo sucio.
lunes, 24 de febrero de 2014
La hamaca del abuelo
Es raro que esté sentado un domingo a la
mañana en la puerta de casa. A esa hora el sol te dá de frente. Esperaba
a unos amigos, teníamos plan. Mi vecino, del cual conozco algunos de
sus gustos -sé que una noche cantaron con sus amigos el primer
disco de Vox Dei a los gritos, que sabe cosechar y que trabaja en la
Uocra- pasó por la vereda y me saludó amablemente. Todavía no se
aprendió mi nombre. Creo que tampoco sé el suyo, lo sospecho. Fue hasta
la esquina y volvió; quince metros. Cuando pasó nuevamente frente a mí,
se frenó y me dijo:
-¿Sabés una cosa? Esta madera que siempre acomodo la puso tu abuelo. Antes era un tirante que sostenía la hamaca donde jugaban todos ustedes. La sigo sosteniendo porque eso, la puso tu abuelo.
Después se fue y puso un disco de Janis Joplin al palo. Luego de veinte años vivo en la casa que hizo mi abuelo. Lo pensé y después hice mis planes. Estuve en un lugar de antigüedades. Habitaba el mismo olor que aquellos años. Estaba su olor. Ya ahora, de noche, nos vamos al cumpleaños de la vieja, mi abuela, cumple 83, y seguramente brindaremos por él.
Te extraño, abuelo.
-¿Sabés una cosa? Esta madera que siempre acomodo la puso tu abuelo. Antes era un tirante que sostenía la hamaca donde jugaban todos ustedes. La sigo sosteniendo porque eso, la puso tu abuelo.
Después se fue y puso un disco de Janis Joplin al palo. Luego de veinte años vivo en la casa que hizo mi abuelo. Lo pensé y después hice mis planes. Estuve en un lugar de antigüedades. Habitaba el mismo olor que aquellos años. Estaba su olor. Ya ahora, de noche, nos vamos al cumpleaños de la vieja, mi abuela, cumple 83, y seguramente brindaremos por él.
Te extraño, abuelo.
Visto de negro y salgo los martes
Tengo un paraguas con mango de madera. No se
trata de vejez, ni temor. Es una causa de dandismo, uno que se halle por
los años cuarenta, que conozca de bares y poesía. Ese mango de madera
un día me sostuvo la pera, miraba a una paloma destrozada
por la urbanidad. La paloma lo llevaba sin rencores, picaba de la calle
la basura de las primeras horas de la tarde. Había llovido toda la
mañana y quizás el viaje se haría más largo. Era martes, por eso estaba
vestido de negro y pensaba salir. Lo que nunca creí fue verla de esa
manera, abriéndose por el medio de la gran ciudad, su sonrisa, luminosa,
su sonrisa, salvadora. Se me zafó la pera de mi paraguas y la paloma
nos dejó solos. Zapatillas de lona, vestido y campera de cuero. Todo por
Diagonal Norte hasta el cine.
El primero de Vox Dei
Escuché ruidos en patio ajeno. Subí a la
terraza y ví un pedazo de nube formada por el tóxico de la petrolera.
Escuché canción y un par de gritos. Mi vecino está de asado con unos
amigos, creo que son tres más. Trabajan en UOCRA. Mi vecino anda
con mirada desviada y al metro noventa siempre lo tapa un enterito
(vaya chiste) de maquinista, aunque sea verano. La canción me sonó
conocida y la voz del cantante también; "Reflejos" gritaron. Al toque
empezó "No es por falta de suerte" y después "Cuero". Los muchachos de
la UOCRA están escuchando un disco de Vox Dei mientras se bajan un
costillar entero. Si fuera un poco más vivo me subiría al borde de la
medianera y les pediría un lugar, al menos un vaso. Sin embargo, ahora
con la lluvia no escucho el final de "Presente" porque se metieron
adentro para que el disco original no se les cague.
lunes, 11 de noviembre de 2013
Cara de libro
Hasta
marzo del 2013 Facebook tenía registrado 1.110 millones de usuarios.
Se trata de una red social que desde sus inicios, el 4 de febrero de
2004, siempre pidió tener una foto de perfil. Uno puede poner
cualquier foto pero la comunidad optó, quizás por eso tuvo tanto
éxito, por las fotos personales. Por retratos lindos y elaborados
que muestren las virtudes de nuestros rasgos y oculten las
imperfecciones, ya sean granos, arrugas, narices largas, narices
cortas, una ceja más larga que la otra. Una foto de perfil que nos
defina, que nos muestre solteros o enamorados, inteligentes o sexis,
sagaces o tiernos. Al principio los autorretratos dominaban el
recuadro que siempre estuvo arriba a la izquierda del home de la
página. Como esas acciones se volvieron ridículas, aparecieron las
de uno mismo pero hechas por otros.
Por
eso una foto de perfil no es moco de pavo: puede buscar
intelectualidad y lograr ridiculez, puede buscar reflexión y lograr
obviedad, puede buscar el lado más prolijo y lograr evidenciar
rastros de cera en la oreja. Si no te filtrás un poco, una foto de
perfil te puede hacer quedar como un pelotudo.
domingo, 10 de noviembre de 2013
jueves, 7 de noviembre de 2013
La lechuza
Ffffsssshhht.
En el 275, el que va a Punta Lara, parece que se metió una lechuza.
Pueden ser los frenos del colectivo, la línea cuenta con el modelo
más viejo que se puede largar a la calle. Puede ser un pedo de la
señora que se me sentó al lado y parece fatigada. Puede ser el aire
entrecortado de alguna ventana. No sé qué sea, pero parece lechuza.
Cuando el bondi pasa por el Bingo -que se ubica próximo a la
estación de trenes- vuelvo a escuchar el ruido y miro de reojo a la
señora: parece calma, quizás porque ya es su segundo pedo o quizás
porque no tenga nada que ver. El ruido suena dos veces más, me saco
los auriculares y acomodo mi cuerpo para tener mejor visión hacia el
interior del micro. Dos pibes que están sentados delante de mí se
ríen. Mi asiento es el último antes de llegar a la puerta trasera.
Los chicos me miran y cabecean hacia la izquierda. A la misma altura,
pero en los asientos individuales, hay un hombre de unos 50 años con
la cabeza tumbada. Cada cuatro o cinco cuadras la endereza y luego se
le vuelve a caer. Sus ojos están rojos y vidriosos. Cuando llegamos
a Plaza Italia, casi el centro de La Plata, lo hace dos veces
seguidas.
Por
calle 7, el 275 se llena -y nosotros que ya nos acostumbramos al
señor chillón- esperamos sorpresas de los nuevos pasajeros. Algunos
están de espaldas y pegan el salto hasta que descubren el motivo del
ruido. Hay dos señoras que se asustan y hablan algo con el chofer.
En 7 y 45 hay un choque, bocinas, el micro intenta subir la rambla,
un auto de frente lo putea y el señor chillón endereza la cabeza.
Hay una chica que se acaba de subir aturdida y se pone justo adelante
del protagonista de nuestro viaje. La chica se balancea con las
maniobras enérgicas del micro que ya está retrasado y el hombre
toma una decisión incorrecta: trata de cederle su asiento a la
chica. Ella acepta la cortesía pero cuando él intenta dejarla pasar
pierde su estabilidad y manotea sin ver. Tetaculo, tetateta, culo.
Ahora hay gritos, un micro frenado y un chofer empujando a un señor
chillón hacia la esquina de 7 y 46. Abro mi ventana, el micro
arranca y desde la esquina, con cara de haberse bajado en la esquina
incorrecta, escucho el último suspiro del protagonista del 275:
Ffffsssshhht.
miércoles, 6 de noviembre de 2013
Tito, mostrá esa porquería
Le
encontró la vuelta. Tito tiene una verdulería hace más de treinta
años y del otro lado de la calle está su casa. Cuando entrás al
negocio te grita como si fuera un sargento: ¡Buenas tardes señor! Y
luego te deja elegir la fruta o verdura que vas a a llevar. El precio
es barato y redondo: tres kilos de papas, seis bananas y seis
manzanas son diez pesos. Lo dice siempre igual, con cierto despojo:
“die peeesos”. Lo mismo con cualquier combo. Llama la atención
que nunca haga la cuenta y que pocas veces use su balanza.
Generalmente son die peeesos, o veinte peeesos. No hay muchas
variantes.
Tito
dice que vende todo lo que tiene que vender bien temprano. Dice que
nunca lo ven porque vende lo que tiene que vender a la hora en la que
todavía todos duermen. Es pelado y cuando larga una carcajada parece
Papá Noel. Pero Tito no tiene barba larga y blanca, sí tiene dos
buldogs blancos que aún son cachorros. Macho y hembra. “A estos me
los voy a quedar, no voy hacer lo que hago siempre con todos los
perros y gatos que me llegan al negocio...”.
A
media mañana, Tito puede estar leyendo a Foucault, novelas del siglo
XIX o directamente El Plata, la versión reducida del Diario El día.
Si hay sol está en la vereda con más de una silla y si no está
adentro con la puerta cerrada; cuando uno pasa por ahí se lo puede
ver igual a través del ventanal que ocupa todo el frente de la
verdulería.
A la
tarde siempre está con otros hombres que se quedan a discutir sobre
fútbol o carreras de caballos. Tito les hace mate. También recibe a
dos linyeras del barrio y a los nenes que le piden alguna banana que
le sobre. Los linyeras y los nenes a veces también se quedan adentro
de la verdulería. Tito, por las tardes, pone rock and roll.
Ni
bien entrada la tardecita, el movimiento de la verdulería se apaga.
Baja la persiana oxidada, se lleva a los perros y guarda todos los
cajones con verduras, frutas y flores. Después de pasarse todo el
día entero en el negocio, Tito desaparece. Va a ser el primero en
levantarse al día siguiente para vender eso que nadie alcanza a ver.
Una vez me dijo: “Si necesitás seguir escribiendo varias horas
seguidas, venite temprano al negocio que yo te puedo ayudar”. Por
eso es obvio: Tito le encontró la vuelta.
jueves, 12 de septiembre de 2013
sábado, 20 de julio de 2013
domingo, 9 de junio de 2013
Orsai #5
#
Cuando ví a Joey Ramone en vivo sentí algo especial. Me movilizó.
Era feo y desprolijo, no tocaba tan bien la guitarra y casi que no
bailaba. Después averigüé si sabía bailar pero nadie me supo
responder.
# ¿Ahí
decidiste ser músico o ahí directamente sabías que ibas a cantar y
tocar el bajo?
# Ahí
supe que él se parecía mucho a mí y encima lo noté contento...
Apenas
dijo eso, el Chango retó a Monchito -su perro- con un “Salée
Monchito” y se lo llevó para adentro. Luego volvió al patio, se
sentó en un pedazo de tronco y siguió:
# Yo
lo único que quería era estar con mis amigos y seguir escuchando
música, tener tiempo para hacer esas dos cosas#, dijo mientras se
acomodó el cuello de su remera de “Kizz” y miró a su primo que
hacía cuatro años que no lo veía.
# Pero
algunos de nosotros tuvimos que salir a laburar para poder
arrancar...# dijo el primo que también es músico pero se recibió
de arquitecto y ahora trabaja ocho horas diarias en su oficio
matriculado.
# Sí
ya sé, por eso estoy feliz, pudimos hacer una banda con mis amigos y
vivir de eso. Aunque no sé hasta cuándo durará.
Por el
cielo pasaron volando cien pájaros negros. Los miraron y dejaron de
hablar hasta que se perdieron en el cielo de otro patio.
#
Estamos en pleno invierno Chango, no podés seguir usando esa malla
naranja, te vas a enfermar. Vos te tenés que cuidar la garganta
poderosa.
# La
uso porque me queda cómoda y tengo varios kilos de grasa que me
protegen.
#
¿Pero cómo es que le dijiste a tu vieja?
# Le
dije que se quede tranqui, que no necesito usar
pantalones-largos-prolijos porque soy una estrella de rock del
submundo.
El
Chango se rió y vió venir a Monchito a toda velocidad. El cusco
acababa de aprender a abrir puertas. Corrió hacia el Chango como si
hubiera matado a un policía motorizado.
Texto
trabajado en la Universidad Orsai con Josefina Licitra. Había que
escribir un diálogo que no hayamos presenciado.
martes, 4 de junio de 2013
Orsai #4
Tengo
miedo, me siento observado, creo que se dieron cuenta, todos están
esperando a que llegue la explosión o al menos su aroma, si tuviera
una moto saldría ahora mismo pero no puedo, estoy sin nada, ni
siquiera la bici saqué en este día de sol, una mañana sin nubes en
la que el miedo me agarra cada vez que siento esa sensación dolorosa
dentro de mí, en mis entrañas, y yo nunca supe entender a mi amigo,
el que tiene buen apetito, el que siempre sale corriendo y eso que él
no tiene moto, pero a mí nunca me había pasado, en realidad no sé
si ellos me miran o soy yo que tengo el olor impregnado en mi nariz,
siento que tengo las manos sucias de tanto habérmelas lavado, ya no
sé ni cuántas veces lo tuve que hacer pero realmente hubo días en
los que repetí la acción hasta cinco veces en tramos de dos horas,
está bien, acaba de terminar mi tarea de la mañana, por suerte me
voy de la oficina así ellos dejan de mirarme, dejan de esperar el
estallido, dejan de sentir el aroma que todavía no ha llegado y que
no les va a llegar porque ahora ya estoy corriendo por la calle.
Cuando
el miedo se me va siento una satisfacción orgásmica, una calma
luego de una rotunda paliza de un Hemigway en cueros que me invitó a
pelear a su ring armado en una esquina, más bien diría que soy
Bukowski pero no exactamente en ese cuento en que lo caga a trompadas
a Hemigway sino más bien en cualquiera de sus relatos donde lo que
se siente, lo que se oye, lo que se percibe es el alcohol, en
cualquiera de sus formas, el alcohol y el pos alcohol, ese día
después en los que la conciencia no vuelve hasta pasadas algunas
horas de sol, pero esto dura poco porque al rato me vuelve el mismo
miedo, aunque ahora lo que siento es desesperación porque no creo
poder aguantar en una reunión donde el recipiente se encuentra muy
cerca de los reunidos, en las paredes hay cuadros con las tapas, hay
estantes con revistas guardadas en paquetes con etiquetas y un grupo
de personas se encuentra pensando distintas propuestas y yo en lo
único que pienso es en tener una moto, y ni bici tengo, porque no la
saqué en este día de sol que se está yendo, en invierno el sol se
queda menos pero tampoco es para quejarse porque en Islandia es peor,
en Islandia se queda sólo cuatro horas y quizás por eso Bjork
empezó a cantar en inglés, me distraje y no sé qué dijeron,
espero que haya terminado la reunión porque ya saludé rápido y ya
estoy corriendo otra vez por la calle, está oscuro, ahora lo mío es
desesperación porque mi intestino ya no da más y es entendible, no
puede ser que esto me haya pasado más de cinco días seguidos pero
siento que además del frío algo más se endureció. Es miércoles a
la noche y luego de varios días de diarrea tremenda, la primera de
mi vida, veo caer un sorete duro. Un hermoso sorete duro.
***
Texto
trabajado en la Universidad Orsai con Josefina Licitra. Había que
hacer una secuencia narrativa con un ritmo marcado.
Orsai #3
–Porrque
le materia fecal también puede terminar en un verrso.
–¿De
qué manera?
–Cagándola.
Así
me lo dice el Rey Larva, un poeta con olor a vino, mientras vamos
caminando por el medio de la calle. Es domingo y la gente sale a sus
balcones para ver quién está gritando.
–La
revolución ess con flores o no será. Vos me ves así, en cueros,
pero yo sé que esss lo que se viene. Vamos pateando la ciudad, vamos
a comprar una birra, ESTO ESS EL AMOR, ASÍ ES LA PUESSÍA.
–Gritate
alguna de las tuyas así te escuchan los que miran–, le digo a
Larva, mientras trato de sarcarle algunas fotos que aporten a la
séptima edición de la FLIA (Feria de libros independientes y
autogestionada). Él, avanza al almacén de la esquina; lleva sus
vaqueros sucios y gastados, y su cinturón está desabrochado. Se le
ve el culo entero y en el medio de un cachete tiene un grano con pus.
–Tristeza
de los cielos, amor infinito, tu cosmos será para mí lo que tú...
nou. Tristeza y amor infinito, el cosmos para mí es que lo para...
nou. Me desconcentra el transeúte capitalista. Los que pasan el
domingo encerrados, cerrrdos.
Cuando
el poeta entra al almacén espero que alguien salga corriendo.
El
Larva poeta eleva una botella hacia el sol:
–Rey
Larva tiene su combustible –, lo dice como si fuera el Diego, en
tercera persona.
–¿La
pagaste?
–Con
palabras, amigou.
Vuelve
a la feria, en su camino tira la tapita de la cerveza en un cesto de
basura, se ata uno de sus borcegos y luego sigue caminando moviendo
su torso como si no tuviera columna vertebral. Parece Mick Jagger
cantando “Sympathy for the devil”. Así, oscilante, va llegando a
su puesto de libros, y choca las manos con otros larvas amigos. Lo
escucho gritar algo así como “La vida de la cerrveza es la amistad
con la feria dil cossmos” y luego miro el visor de mi camara de
fotos y pienso que no hay dudas. Él es el rey.
***
Texto
trabajado en la Universidad Orsai con Josefina Licitra. Había que
construir una secuencia narrativa donde debía predominar la voz
directa.
miércoles, 15 de mayo de 2013
sábado, 4 de mayo de 2013
Orsai #2
Cuando
había pasado más de dos horas con el agua hasta la rodilla me hice
unos mates. Estaba cansado de luchar contra las filtraciones. Pero
apenas media hora después ya tenía el agua hasta el cuello y tuve
que bucear adentro de mi propia casa; la puerta de salida se hinchó
y debía conseguir algo para reventarla.
Martillo-gancho-palanca-un vecino y la puerta reventó. Una vez
liberada la entrada, se formó un remolino y mis cosas empezaron
a salir conmigo. La computadora, mi colección entera de la revista
“Expreso imaginario” y la billetera -que ella me regaló para
tranquilizarme por el robo de la mía- salieron a la par mía. La
billetera dobló por diagonal 74 y eso fue lo último que víví con
resignación durante varios días.
Subí
al único balcón que tenía la cuadra y aparecieron imágenes en mi
cabeza: la choza que refugió a Salinger
durante años, la guitarra extraviada de Yupanqui, la escopeta de
Cobain; todas de mundos paralelos. Se producía una unión de
aquellas postales con la que estaba viviendo en ese momento. Las veía
junto a las maderas de la baranda que me sostenía. Había oscuridad
total, registré el aullido de los perros y noté cómo las alarmas
de la ciudad se iban apagando.
Han
pasado dos semanas y ahora, cuando me acuesto, tengo una rutina:
corro la cortina de la ventana de mi pieza y miro
sobre un árbol caído el número
tres de “Expreso Imaginario”, a veces el viento la abre y la
suspende en alguna página. Hoy se queda en la número trece. Luego
certifico si tengo mis llaves debajo de la almohada y por último me
tomo un lexotanil.
Orsai #1
Hernán
Casciari luce el pelo al ras y tiene nariz aguileña y ojos
fisurados. Fue escritor en grandes editoriales y ahora escribe bajo
sus propias reglas. Creó un proyecto cultural que se llama Orsai;
comenzó siendo un blog y ahora es revista, editorial, bar y
universidad. En una coferencia de TEDx explica -seseándo- los
detalles de su proyecto. Es ordenado y
se lo ve tímido. Quizás sea la cantidad de gente: en el salón hay
más de ochocientas personas. Durante su exposición nunca se va a
sentar en la silla que tiene adelante y va a permanecer con su bolso
cruzado apoyado sobre su barriga --a Casciari también lo apodan
cariñosamente gordo”--, como si fuera Mamá Cora. Tiene unos
papeles con apuntes y cuando los levanta para mirarlos de reojo se
nota que su mano tiembla.
–Ahora
abrimos un bar en Sal Telmo–, dice y acto seguido aclara la
dirección entre dientes como como si dijera un secreto, y hace reír
al auditorio. Hernán explica que la clave del proyecto Orsai fue
eliminar a los intermediarios, es decir: las corporaciones
editoriales, los contratos abusivos y los distribuidores.
–Agarramos
un contrato base de una editorial grande y tratamos de hacer todo lo
contrario–, resume.
El
gordo Hernán tiene 42 años, es de Mercedes (Provincia de Buenos
Aires) y aún conserva a muchos amigos de su infancia; uno de ellos
es Chiri -Christian Basilis- co-fundador de Orsai. La seducción y la
picardía con la que cuenta la historia de Orsai parece una constante
en su vida, algo que siempre lo caracterizó desde chico. Alcanza con
ver una foto de primer grado que eligió para poner de portada en su
cuenta personal de Facebook. Son 31 alumnos derechos, peinados y
sonrientes menos él, que practica un gesto: se hace el mono.
Aquel
hombre mono ahora se retira del salón de conferencias con
ochocientos aplausos en su espalda.
jueves, 14 de marzo de 2013
Oigo las voces, irreflexión
El sábado la bada tocó un tema que hace alusión a la tragedia del rock. Estábamos en un sótano con una escalera de 60 cms de ancho y 37 escalones; éramos casi 200. Todos cantamos y bailamos.
martes, 5 de marzo de 2013
jueves, 14 de febrero de 2013
viernes, 8 de febrero de 2013
lunes, 28 de enero de 2013
Mañana en el abstracto
Ya me parecía
raro que me levante y tenga que salir afuera a equilibrar un conflicto vecinal:
Unos querían el asfalto y los otros no; las máquinas detrás. Ya me parecía raro
un contacto personal con mis vecinos, pero bue. El asunto fue que decidí irme
al laburo porque se me hacía tarde y al abrir el portón del garage pasaba una
tortuga. Una tortuga posta…
jueves, 24 de enero de 2013
La 59 y atrasos
viernes, 7 de diciembre de 2012
El Pin y el Pan
Desde aquí se puede leer el informe sobre Jorge Pinchevsky que cuenta con una ilustración de Rocambole que permanecía inédita.
domingo, 4 de noviembre de 2012
Entrevista a Pez
Publicada en el número 113 de Revista Sudestada, correspondiente al mes de octubre.
Foto: Martín Santoro.
Foto: Martín Santoro.
miércoles, 3 de octubre de 2012
domingo, 23 de septiembre de 2012
jueves, 20 de septiembre de 2012
miércoles, 29 de agosto de 2012
En el camino
Zam-bha con olor
a tabaco dulzón. El Zam-bha de la tarjeta invisible, la hippie card. Che
Zam-bha de los libros inconseguibles, dorados. Vos Zam-bha que te me metiste en
el camino de alguna feria y me dijiste “por favor, se ruega tocar”. Y me
señalaste libros, me explicaste el funcionamiento, profundizaste -siempre-
sobre algún tema y me despediste con un mate.
Todo y algo de
eso dice esta foto, que ya es vieja pero que hoy será uno de tus reflejos
cuando te busquemos en esta tierra desguazada. Este tipo que decía llamarse
Zam-bha vivía de un proyecto: cambiaba libros de su tienda ambulante por
confianza. “Llevalo, leelo y si te gusta y te lo querés quedar venís un día,
cualquier día, y me lo pagás. Acá te doy mi tarjeta, en esta hippie card están
mis datos, con ella me vas a poder encontrar”, decía y daba. El aire te llegaba
a la palma de la mano porque esa hippie card no era de papel, no era palpable,
era cualquier cosa que uno se podía imaginar en ese momento.
Canoso, un par de
cubas en su nuca, ojos curtidos y achinados; de manos ásperas, de un solo
corazón para varios amores; tres hijos, frutos de la tierra de ayer.
Zam-bha siempre
estaba sentado como en esta foto. Esperaba el contacto con el ser porque le
“interesaba profundamente las posibilidades evolutivas de la raza humana,
sabiendo que para eso se necesita despertar del ensueño”. Se veía a Zam-bha,
puesto como en esta imagen, imantar a las jóvenes de flores en sus pechos y
pubis mientras el gran relator disparaba alguna teoría filosófica y explicaba
cómo Borges había sentido a la biblioteca inútil, esa de Babel. Explicaciones
que rozaban la esencia de su tarjeta, leyendas más bien para congratular el
arte de lo improbable.
Hace apenas unos
pocos días, este viajero que quería irse a vivir a las sierras de Córdoba
descubrió un camino. Algunos dicen que es ahí cuando se termina el recorrido,
pero otros advierten que al final está el tesoro. Es así como este hippie sin
su época llegó al final del arco iris y vio una puerta, la que por siglos se ha
tratado de encontrar en las historias de aventura. Antes de eso, Zam-bha nos
dejó una carta. Decía: “…Zam-bha… invita por este único medio, a familiares y
amigos, a un momento de reflexión y regocijo ante el maravilloso viaje que he
emprendido de regreso a casa. Reciban, desde lo más elevado de este mi tránsito
entre ustedes, mi gratitud por todo lo aprendido; y les ruego interesadamente
disculpen los errores de mi torpeza (para hacer más liviano mi equipaje). A
quién se sienta mi acreedor, perdón por no tener con que pagar. Y si por acaso
alguien creyera que me adeuda, no le va a faltar, en esta tierra empobrecida a
quien ayudar como si levantara una copa brindando por mí”.
El librero más
colorido y aromático que conocí tenía una camioneta donde transportaba sus
libros y cajones. Sentado en la puerta de mi casa, pensando este texto, la veo
pasar: “El trashumante”, va su nombre pintado sobre uno de sus costados. Va
perdida entre zanjas, pozos y baches. Se escucha su gastada bocina como si fuera
un alarido desconcertante. Va esa camioneta sin su compañero conductor como
re-caliente por no haber podido entrar con él al final de ese secreto.
PD: “p.d:
¡realmente fue hermoso vivir!”.
Publicada en el número 111 -Aniversario- de Revista Sudestada - Agosto 2012.
martes, 7 de agosto de 2012
viernes, 27 de julio de 2012
De Garage muestra la nueva etapa
de la banda que se formó en la ciudad y que logró que la hinchada cante
sus canciones. Haciendo base en su nuevo disco, “El costado izquierdo”,
el verso y la nostalgia pintan un nuevo territorio.
“Que llegue, que llegue,
el tiempo en que se quiere”.
Rimbaud
el tiempo en que se quiere”.
Rimbaud
Aquí el enlace de la nota entera.
martes, 10 de julio de 2012
martes, 3 de julio de 2012
viernes, 15 de junio de 2012
martes, 5 de junio de 2012
domingo, 20 de mayo de 2012
lunes, 14 de mayo de 2012
martes, 1 de mayo de 2012
jueves, 19 de abril de 2012
Presentación de la Biografía de Zitarrosa
La cita tendrá lugar en el Salón de los Espejos de la Facultad de Derecho de la UNLP, calle 48 entre 6 y 7 (ex Jockey Club), a las 19 horas. Además de Guillermo Pellegrino, se contará con la presencia del cancionista Martín Raninqueo, quien interpretará temas de Zitarrosa y propias, y del guitarrista y arreglador Diego Rolón.
Aquí una breve reseña que escribí sobre el libro para La Pulseada.
martes, 10 de abril de 2012
viernes, 6 de abril de 2012
María Josefq
Agregado: “Yo antes era dark, ahora soy luminoso”.
Página 43: “No hay mujer que no tenga conciencia de su belleza, pero hay algunas pocas, poquísimas, que eligen no ofrecer esa información al público; la conservan para una segunda instancia de intimidad. Son mágicas, desde el momento en que dejan de ser invisibles. Hasta entonces parecen hechas para no llamarnos la atención, para que las sorteemos invisiblemente en nuestro camino. Y, de golpe, no podemos parar de mirarlas, no queremos otra cosa que tocarlas, sólo nos importa mantenernos a su lado el tiempo que nos sea posible”.
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