jueves, 12 de septiembre de 2013
sábado, 20 de julio de 2013
domingo, 9 de junio de 2013
Orsai #5
#
Cuando ví a Joey Ramone en vivo sentí algo especial. Me movilizó.
Era feo y desprolijo, no tocaba tan bien la guitarra y casi que no
bailaba. Después averigüé si sabía bailar pero nadie me supo
responder.
# ¿Ahí
decidiste ser músico o ahí directamente sabías que ibas a cantar y
tocar el bajo?
# Ahí
supe que él se parecía mucho a mí y encima lo noté contento...
Apenas
dijo eso, el Chango retó a Monchito -su perro- con un “Salée
Monchito” y se lo llevó para adentro. Luego volvió al patio, se
sentó en un pedazo de tronco y siguió:
# Yo
lo único que quería era estar con mis amigos y seguir escuchando
música, tener tiempo para hacer esas dos cosas#, dijo mientras se
acomodó el cuello de su remera de “Kizz” y miró a su primo que
hacía cuatro años que no lo veía.
# Pero
algunos de nosotros tuvimos que salir a laburar para poder
arrancar...# dijo el primo que también es músico pero se recibió
de arquitecto y ahora trabaja ocho horas diarias en su oficio
matriculado.
# Sí
ya sé, por eso estoy feliz, pudimos hacer una banda con mis amigos y
vivir de eso. Aunque no sé hasta cuándo durará.
Por el
cielo pasaron volando cien pájaros negros. Los miraron y dejaron de
hablar hasta que se perdieron en el cielo de otro patio.
#
Estamos en pleno invierno Chango, no podés seguir usando esa malla
naranja, te vas a enfermar. Vos te tenés que cuidar la garganta
poderosa.
# La
uso porque me queda cómoda y tengo varios kilos de grasa que me
protegen.
#
¿Pero cómo es que le dijiste a tu vieja?
# Le
dije que se quede tranqui, que no necesito usar
pantalones-largos-prolijos porque soy una estrella de rock del
submundo.
El
Chango se rió y vió venir a Monchito a toda velocidad. El cusco
acababa de aprender a abrir puertas. Corrió hacia el Chango como si
hubiera matado a un policía motorizado.
Texto
trabajado en la Universidad Orsai con Josefina Licitra. Había que
escribir un diálogo que no hayamos presenciado.
martes, 4 de junio de 2013
Orsai #4
Tengo
miedo, me siento observado, creo que se dieron cuenta, todos están
esperando a que llegue la explosión o al menos su aroma, si tuviera
una moto saldría ahora mismo pero no puedo, estoy sin nada, ni
siquiera la bici saqué en este día de sol, una mañana sin nubes en
la que el miedo me agarra cada vez que siento esa sensación dolorosa
dentro de mí, en mis entrañas, y yo nunca supe entender a mi amigo,
el que tiene buen apetito, el que siempre sale corriendo y eso que él
no tiene moto, pero a mí nunca me había pasado, en realidad no sé
si ellos me miran o soy yo que tengo el olor impregnado en mi nariz,
siento que tengo las manos sucias de tanto habérmelas lavado, ya no
sé ni cuántas veces lo tuve que hacer pero realmente hubo días en
los que repetí la acción hasta cinco veces en tramos de dos horas,
está bien, acaba de terminar mi tarea de la mañana, por suerte me
voy de la oficina así ellos dejan de mirarme, dejan de esperar el
estallido, dejan de sentir el aroma que todavía no ha llegado y que
no les va a llegar porque ahora ya estoy corriendo por la calle.
Cuando
el miedo se me va siento una satisfacción orgásmica, una calma
luego de una rotunda paliza de un Hemigway en cueros que me invitó a
pelear a su ring armado en una esquina, más bien diría que soy
Bukowski pero no exactamente en ese cuento en que lo caga a trompadas
a Hemigway sino más bien en cualquiera de sus relatos donde lo que
se siente, lo que se oye, lo que se percibe es el alcohol, en
cualquiera de sus formas, el alcohol y el pos alcohol, ese día
después en los que la conciencia no vuelve hasta pasadas algunas
horas de sol, pero esto dura poco porque al rato me vuelve el mismo
miedo, aunque ahora lo que siento es desesperación porque no creo
poder aguantar en una reunión donde el recipiente se encuentra muy
cerca de los reunidos, en las paredes hay cuadros con las tapas, hay
estantes con revistas guardadas en paquetes con etiquetas y un grupo
de personas se encuentra pensando distintas propuestas y yo en lo
único que pienso es en tener una moto, y ni bici tengo, porque no la
saqué en este día de sol que se está yendo, en invierno el sol se
queda menos pero tampoco es para quejarse porque en Islandia es peor,
en Islandia se queda sólo cuatro horas y quizás por eso Bjork
empezó a cantar en inglés, me distraje y no sé qué dijeron,
espero que haya terminado la reunión porque ya saludé rápido y ya
estoy corriendo otra vez por la calle, está oscuro, ahora lo mío es
desesperación porque mi intestino ya no da más y es entendible, no
puede ser que esto me haya pasado más de cinco días seguidos pero
siento que además del frío algo más se endureció. Es miércoles a
la noche y luego de varios días de diarrea tremenda, la primera de
mi vida, veo caer un sorete duro. Un hermoso sorete duro.
***
Texto
trabajado en la Universidad Orsai con Josefina Licitra. Había que
hacer una secuencia narrativa con un ritmo marcado.
Orsai #3
–Porrque
le materia fecal también puede terminar en un verrso.
–¿De
qué manera?
–Cagándola.
Así
me lo dice el Rey Larva, un poeta con olor a vino, mientras vamos
caminando por el medio de la calle. Es domingo y la gente sale a sus
balcones para ver quién está gritando.
–La
revolución ess con flores o no será. Vos me ves así, en cueros,
pero yo sé que esss lo que se viene. Vamos pateando la ciudad, vamos
a comprar una birra, ESTO ESS EL AMOR, ASÍ ES LA PUESSÍA.
–Gritate
alguna de las tuyas así te escuchan los que miran–, le digo a
Larva, mientras trato de sarcarle algunas fotos que aporten a la
séptima edición de la FLIA (Feria de libros independientes y
autogestionada). Él, avanza al almacén de la esquina; lleva sus
vaqueros sucios y gastados, y su cinturón está desabrochado. Se le
ve el culo entero y en el medio de un cachete tiene un grano con pus.
–Tristeza
de los cielos, amor infinito, tu cosmos será para mí lo que tú...
nou. Tristeza y amor infinito, el cosmos para mí es que lo para...
nou. Me desconcentra el transeúte capitalista. Los que pasan el
domingo encerrados, cerrrdos.
Cuando
el poeta entra al almacén espero que alguien salga corriendo.
El
Larva poeta eleva una botella hacia el sol:
–Rey
Larva tiene su combustible –, lo dice como si fuera el Diego, en
tercera persona.
–¿La
pagaste?
–Con
palabras, amigou.
Vuelve
a la feria, en su camino tira la tapita de la cerveza en un cesto de
basura, se ata uno de sus borcegos y luego sigue caminando moviendo
su torso como si no tuviera columna vertebral. Parece Mick Jagger
cantando “Sympathy for the devil”. Así, oscilante, va llegando a
su puesto de libros, y choca las manos con otros larvas amigos. Lo
escucho gritar algo así como “La vida de la cerrveza es la amistad
con la feria dil cossmos” y luego miro el visor de mi camara de
fotos y pienso que no hay dudas. Él es el rey.
***
Texto
trabajado en la Universidad Orsai con Josefina Licitra. Había que
construir una secuencia narrativa donde debía predominar la voz
directa.
miércoles, 15 de mayo de 2013
sábado, 4 de mayo de 2013
Orsai #2
Cuando
había pasado más de dos horas con el agua hasta la rodilla me hice
unos mates. Estaba cansado de luchar contra las filtraciones. Pero
apenas media hora después ya tenía el agua hasta el cuello y tuve
que bucear adentro de mi propia casa; la puerta de salida se hinchó
y debía conseguir algo para reventarla.
Martillo-gancho-palanca-un vecino y la puerta reventó. Una vez
liberada la entrada, se formó un remolino y mis cosas empezaron
a salir conmigo. La computadora, mi colección entera de la revista
“Expreso imaginario” y la billetera -que ella me regaló para
tranquilizarme por el robo de la mía- salieron a la par mía. La
billetera dobló por diagonal 74 y eso fue lo último que víví con
resignación durante varios días.
Subí
al único balcón que tenía la cuadra y aparecieron imágenes en mi
cabeza: la choza que refugió a Salinger
durante años, la guitarra extraviada de Yupanqui, la escopeta de
Cobain; todas de mundos paralelos. Se producía una unión de
aquellas postales con la que estaba viviendo en ese momento. Las veía
junto a las maderas de la baranda que me sostenía. Había oscuridad
total, registré el aullido de los perros y noté cómo las alarmas
de la ciudad se iban apagando.
Han
pasado dos semanas y ahora, cuando me acuesto, tengo una rutina:
corro la cortina de la ventana de mi pieza y miro
sobre un árbol caído el número
tres de “Expreso Imaginario”, a veces el viento la abre y la
suspende en alguna página. Hoy se queda en la número trece. Luego
certifico si tengo mis llaves debajo de la almohada y por último me
tomo un lexotanil.
Orsai #1
Hernán
Casciari luce el pelo al ras y tiene nariz aguileña y ojos
fisurados. Fue escritor en grandes editoriales y ahora escribe bajo
sus propias reglas. Creó un proyecto cultural que se llama Orsai;
comenzó siendo un blog y ahora es revista, editorial, bar y
universidad. En una coferencia de TEDx explica -seseándo- los
detalles de su proyecto. Es ordenado y
se lo ve tímido. Quizás sea la cantidad de gente: en el salón hay
más de ochocientas personas. Durante su exposición nunca se va a
sentar en la silla que tiene adelante y va a permanecer con su bolso
cruzado apoyado sobre su barriga --a Casciari también lo apodan
cariñosamente gordo”--, como si fuera Mamá Cora. Tiene unos
papeles con apuntes y cuando los levanta para mirarlos de reojo se
nota que su mano tiembla.
–Ahora
abrimos un bar en Sal Telmo–, dice y acto seguido aclara la
dirección entre dientes como como si dijera un secreto, y hace reír
al auditorio. Hernán explica que la clave del proyecto Orsai fue
eliminar a los intermediarios, es decir: las corporaciones
editoriales, los contratos abusivos y los distribuidores.
–Agarramos
un contrato base de una editorial grande y tratamos de hacer todo lo
contrario–, resume.
El
gordo Hernán tiene 42 años, es de Mercedes (Provincia de Buenos
Aires) y aún conserva a muchos amigos de su infancia; uno de ellos
es Chiri -Christian Basilis- co-fundador de Orsai. La seducción y la
picardía con la que cuenta la historia de Orsai parece una constante
en su vida, algo que siempre lo caracterizó desde chico. Alcanza con
ver una foto de primer grado que eligió para poner de portada en su
cuenta personal de Facebook. Son 31 alumnos derechos, peinados y
sonrientes menos él, que practica un gesto: se hace el mono.
Aquel
hombre mono ahora se retira del salón de conferencias con
ochocientos aplausos en su espalda.
jueves, 14 de marzo de 2013
Oigo las voces, irreflexión
El sábado la bada tocó un tema que hace alusión a la tragedia del rock. Estábamos en un sótano con una escalera de 60 cms de ancho y 37 escalones; éramos casi 200. Todos cantamos y bailamos.
martes, 5 de marzo de 2013
jueves, 14 de febrero de 2013
viernes, 8 de febrero de 2013
lunes, 28 de enero de 2013
Mañana en el abstracto
Ya me parecía
raro que me levante y tenga que salir afuera a equilibrar un conflicto vecinal:
Unos querían el asfalto y los otros no; las máquinas detrás. Ya me parecía raro
un contacto personal con mis vecinos, pero bue. El asunto fue que decidí irme
al laburo porque se me hacía tarde y al abrir el portón del garage pasaba una
tortuga. Una tortuga posta…
jueves, 24 de enero de 2013
La 59 y atrasos
viernes, 7 de diciembre de 2012
El Pin y el Pan
Desde aquí se puede leer el informe sobre Jorge Pinchevsky que cuenta con una ilustración de Rocambole que permanecía inédita.
domingo, 4 de noviembre de 2012
Entrevista a Pez
Publicada en el número 113 de Revista Sudestada, correspondiente al mes de octubre.
Foto: Martín Santoro.
Foto: Martín Santoro.
miércoles, 3 de octubre de 2012
domingo, 23 de septiembre de 2012
jueves, 20 de septiembre de 2012
miércoles, 29 de agosto de 2012
En el camino
Zam-bha con olor
a tabaco dulzón. El Zam-bha de la tarjeta invisible, la hippie card. Che
Zam-bha de los libros inconseguibles, dorados. Vos Zam-bha que te me metiste en
el camino de alguna feria y me dijiste “por favor, se ruega tocar”. Y me
señalaste libros, me explicaste el funcionamiento, profundizaste -siempre-
sobre algún tema y me despediste con un mate.
Todo y algo de
eso dice esta foto, que ya es vieja pero que hoy será uno de tus reflejos
cuando te busquemos en esta tierra desguazada. Este tipo que decía llamarse
Zam-bha vivía de un proyecto: cambiaba libros de su tienda ambulante por
confianza. “Llevalo, leelo y si te gusta y te lo querés quedar venís un día,
cualquier día, y me lo pagás. Acá te doy mi tarjeta, en esta hippie card están
mis datos, con ella me vas a poder encontrar”, decía y daba. El aire te llegaba
a la palma de la mano porque esa hippie card no era de papel, no era palpable,
era cualquier cosa que uno se podía imaginar en ese momento.
Canoso, un par de
cubas en su nuca, ojos curtidos y achinados; de manos ásperas, de un solo
corazón para varios amores; tres hijos, frutos de la tierra de ayer.
Zam-bha siempre
estaba sentado como en esta foto. Esperaba el contacto con el ser porque le
“interesaba profundamente las posibilidades evolutivas de la raza humana,
sabiendo que para eso se necesita despertar del ensueño”. Se veía a Zam-bha,
puesto como en esta imagen, imantar a las jóvenes de flores en sus pechos y
pubis mientras el gran relator disparaba alguna teoría filosófica y explicaba
cómo Borges había sentido a la biblioteca inútil, esa de Babel. Explicaciones
que rozaban la esencia de su tarjeta, leyendas más bien para congratular el
arte de lo improbable.
Hace apenas unos
pocos días, este viajero que quería irse a vivir a las sierras de Córdoba
descubrió un camino. Algunos dicen que es ahí cuando se termina el recorrido,
pero otros advierten que al final está el tesoro. Es así como este hippie sin
su época llegó al final del arco iris y vio una puerta, la que por siglos se ha
tratado de encontrar en las historias de aventura. Antes de eso, Zam-bha nos
dejó una carta. Decía: “…Zam-bha… invita por este único medio, a familiares y
amigos, a un momento de reflexión y regocijo ante el maravilloso viaje que he
emprendido de regreso a casa. Reciban, desde lo más elevado de este mi tránsito
entre ustedes, mi gratitud por todo lo aprendido; y les ruego interesadamente
disculpen los errores de mi torpeza (para hacer más liviano mi equipaje). A
quién se sienta mi acreedor, perdón por no tener con que pagar. Y si por acaso
alguien creyera que me adeuda, no le va a faltar, en esta tierra empobrecida a
quien ayudar como si levantara una copa brindando por mí”.
El librero más
colorido y aromático que conocí tenía una camioneta donde transportaba sus
libros y cajones. Sentado en la puerta de mi casa, pensando este texto, la veo
pasar: “El trashumante”, va su nombre pintado sobre uno de sus costados. Va
perdida entre zanjas, pozos y baches. Se escucha su gastada bocina como si fuera
un alarido desconcertante. Va esa camioneta sin su compañero conductor como
re-caliente por no haber podido entrar con él al final de ese secreto.
PD: “p.d:
¡realmente fue hermoso vivir!”.
Publicada en el número 111 -Aniversario- de Revista Sudestada - Agosto 2012.
martes, 7 de agosto de 2012
viernes, 27 de julio de 2012
De Garage muestra la nueva etapa
de la banda que se formó en la ciudad y que logró que la hinchada cante
sus canciones. Haciendo base en su nuevo disco, “El costado izquierdo”,
el verso y la nostalgia pintan un nuevo territorio.
“Que llegue, que llegue,
el tiempo en que se quiere”.
Rimbaud
el tiempo en que se quiere”.
Rimbaud
Aquí el enlace de la nota entera.
martes, 10 de julio de 2012
martes, 3 de julio de 2012
viernes, 15 de junio de 2012
martes, 5 de junio de 2012
domingo, 20 de mayo de 2012
lunes, 14 de mayo de 2012
martes, 1 de mayo de 2012
jueves, 19 de abril de 2012
Presentación de la Biografía de Zitarrosa
La cita tendrá lugar en el Salón de los Espejos de la Facultad de Derecho de la UNLP, calle 48 entre 6 y 7 (ex Jockey Club), a las 19 horas. Además de Guillermo Pellegrino, se contará con la presencia del cancionista Martín Raninqueo, quien interpretará temas de Zitarrosa y propias, y del guitarrista y arreglador Diego Rolón.
Aquí una breve reseña que escribí sobre el libro para La Pulseada.
martes, 10 de abril de 2012
viernes, 6 de abril de 2012
María Josefq
Agregado: “Yo antes era dark, ahora soy luminoso”.
Página 43: “No hay mujer que no tenga conciencia de su belleza, pero hay algunas pocas, poquísimas, que eligen no ofrecer esa información al público; la conservan para una segunda instancia de intimidad. Son mágicas, desde el momento en que dejan de ser invisibles. Hasta entonces parecen hechas para no llamarnos la atención, para que las sorteemos invisiblemente en nuestro camino. Y, de golpe, no podemos parar de mirarlas, no queremos otra cosa que tocarlas, sólo nos importa mantenernos a su lado el tiempo que nos sea posible”.
lunes, 26 de marzo de 2012
Bardo en la red
Hoy arranca el agite por la red de Bardo, aquí la explicación. Estamos muy contentos.
domingo, 18 de marzo de 2012
viernes, 16 de marzo de 2012
Otro morbo mambo
-Y má allá del rock, ¿escuchás jazz?
- Todavía no llegué. Claro que me interesa la música popular, pero la de latinoamérica es tan variada que todavía no la termino de escuchar.
- Todavía no llegué. Claro que me interesa la música popular, pero la de latinoamérica es tan variada que todavía no la termino de escuchar.
miércoles, 14 de marzo de 2012
domingo, 4 de marzo de 2012
Los caminos
“Paco Urondo me ha dicho (…)… y le he pedido a mi vieja que me sirva un café y bebo en honor de Paco este solitario café que de otra manera se enfriaría en el pocillo esperando el día porque aquí no hay tiempo realmente para las ceremonias del ocio y todo se reduce a voces y urgencias y paredes y señales”.
sábado, 25 de febrero de 2012
Moby Dick is not dead
Hasta no hace mucho pensaba que la educación no formal era como un pequeño kayak frente a la educación formal llegando de frente como carguero gritón, una bestia de metal. No se puede seguir ampliando la perspectiva de la visión porque te viene una sensación extraña, sentís como que si seguís aumentando la cabeza te explotará. Sin embargo el kayak sigue adelante y no bambolea. La bestia de metal es imponente y parece sufrir, es arrastrada por dos corceles dorados que van sumergidos a su espalda y por delante. Como cuando un gladiador agarra un pedazo de tierra del suelo donde va a combatir y la siente, la huele, la tira; las manos del kayak asoman y penetran al río al igual que esos biguás que salen repiqueteando el agua apenas unos metros adelante. Un triturador de superficie a las espaldas del kayak adorna aún más la situación; la mente, el cuerpo y la emoción definen a un sujeto integral que mantiene el equilibrio a bordo de la pequeña embarcación. Ya no queda más tiempo, el kayak sigue el aprendizaje como proceso y la bestia de metal grita, sufre y recula. Estanca hacia puerto argentino porque necesita alimentarse y el kayak libre y en paz se dirige a río abierto porque no hay estructura estatal que lo sostenga para tontas obligaciones. Y ahora sí: al horizonte se espantan cien patos de fuego porque Moby Dick is not dead.
jueves, 9 de febrero de 2012
Abrázame, nunca estuve tan solo
Me avisan por teléfono y se corta la luz. Todavía algo se ve porque son casi las siete de la tarde. Me voy de la charla y contesto monosílabos hasta que corto. Me quedo sentado en el living sordo, quieto. Estoy en la silla que tiene acolchado amarillo y rechina. Pienso en cómo pestañeo, pienso unos mates, pienso dejar de hacer lo que venía haciendo, y no hago nada. Estoy quieto y en silencio. Recién empieza.
Me meto en la pieza y me apoyo en el suelo, ya en la oscuridad se sienten más los títeres. No se muestran, hacen ruido. Es el origen de la tristeza y no me refiero a la muerte de un amigo durante la infancia. Es la muerte ahora, hoy que me levanté con poca luz, dolor de mi hombro izquierdo por la humedad y ni una canción. Es la muerte hoy.
Desde el suelo tengo una ventana de frente y bibliotecas a mi espalda. Hay olor a pollo quemado y el piso de parquet tiene hojas secas. En silencio meto mi pie derecho en una pantufla marrón y la saco. Vuelvo a repetir la acción hasta que me empieza a transpirar el pie y dejo de hacerlo. Cuando las cosas dejan de moverse siento estar solo, desabrazado. Sin querer tiro una pila de cajas azules con mi brazo derecho y veo cómo se van desparramando unos diarios, no las ordeno y pienso que podría haberlas tirado de un piñón, al menos serviría de algo, pero las cajas se cayeron por accidente, y eso es todo lo que pasó en ese momento.
Las garrapatas se meten por la ventana, algunas explotan de tan comidas; dejan manchas en la cortina azul. Varias me rodean por el lado donde está la cama y otras se vienen por la izquierda, donde un placard roza la pared húmeda. Se acomodan con sus cosas y retratan imágenes en movimiento y otras que deben revelar. Unas pocas que no veo llegan hasta mis extremos, me pican y dejan en mi cuerpo ronchas entre moradas y verdes.
Una nube de humo parece meterse desde afuera y en realidad es el pollo que ya no sirve. Tengo un papel en la mano lleno de tierra, con un número que no conozco. Puedo marcarlo en el celular y terminar de sacarme la duda pero no lo hago. No entiendo de dónde salen las hormigas, me pongo a buscar algunos pequeños hormigueros y no encuentro nada; salvo el de la entrada, pero ese hace rato que está y no molesta, respeta los horarios. Y Fabián que todavía no escribió, que tampoco me escribe.
Me siento olor a chivo y tengo la frente latosa. Mi vieja fue la que me avisó: se quedó callada dos segundos en el teléfono y luego lo dijo, con algo de temor, como dándose cuenta de la mierda. No sé por dónde va a salir pero ahora estoy solo y hay silencio, respeto, palabras que nunca hubieran aparecido, ni hablar de sus títeres metafóricos, inentendibles. Trato de levantar una biblioteca y ni la muevo, me quedo mirándola. Hay un sueño, un hombre de luz, espero, me espera, nos despedimos, nos prometemos vuelta, lo quiero, “se lo va a extrañar” dice la postal de una de las garrapatas, te dejo mis cosas se atreve a consolarme, me dice hasta siempre, le digo hasta pronto.
Cuando caigo ya estoy en la calle hecha barro. Inútil. Idiota. Con las manos mojadas, el cuerpo. Y unos changos que pasan, comentan:
—Se viene con todo, hasta en el barrio lloverá.
Dedicado a Luis Alberto Spinetta.
miércoles, 1 de febrero de 2012
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