Miro atento “El hombre de al lado”. Tengo un sillón, oscuridad, la intermitencia de la noche y la luz de la pantalla que me refleja los rasgos de mi cara. Miro al fondo de la escena y lo veo a Pángaro en la fiesta de esa casa orientada al sol, me sonrío. Baila, chupa whisky. Me acaba de llegar un mail que me avisa que el mismo Sergio Pángaro saca disco nuevo: “Unos minutos con Baccarat”, reúne sólo cuatro canciones. Me alcanzan, sé que Sergio está en movimiento.
Lo que sigue es una nota que, amablemente, me concedió el último Dandy. Me trae buenos recuerdos.
Lisergia cool
Sergio Pángaro es el emblema nacional del lounge. Vive consigo mismo dentro de una persona metafísica, irónica, frívola y sensible. En un bar de Constitución, donde más le gusta charlar sobre si mismo, nos metimos para rescatar a una de las figuras más cultas y grotescas que ha generado nuestra ciudad. De Garage pronuncia cuentas pendientes; acá va una más.
Por Facundo Arroyo.
Tren desde La Plata a Constitución. Un viaje que muchos han hecho por simples compromisos o quizás en busca de algún objetivo particular. La urbanidad se prende a las vías en las horas pico del día y la furia del tren hace sentir el asiento incómodo del viaje. Esa imagen que muchas veces denota frenetismo laboral, exigencia territorial o simplemente viaje de incumbencia es la que lo vio a Sergio Pángaro en los años 80 ir y venir, a principios de los 90 más ir que venir y ya finalizada la época verlo arriba del tren por última vez. Un Pángaro parado en la estación de trenes vestido de gala. Traje de los años 40, líneas bien marcadas por tintorerías, alguna flor enganchada de sus ropas y peinado a la gomina. Gente que lo mira y que mucho no entiende. Gente que mira Pángaro y que las entiende demasiado.