miércoles, 15 de mayo de 2013
sábado, 4 de mayo de 2013
Orsai #2
Cuando
había pasado más de dos horas con el agua hasta la rodilla me hice
unos mates. Estaba cansado de luchar contra las filtraciones. Pero
apenas media hora después ya tenía el agua hasta el cuello y tuve
que bucear adentro de mi propia casa; la puerta de salida se hinchó
y debía conseguir algo para reventarla.
Martillo-gancho-palanca-un vecino y la puerta reventó. Una vez
liberada la entrada, se formó un remolino y mis cosas empezaron
a salir conmigo. La computadora, mi colección entera de la revista
“Expreso imaginario” y la billetera -que ella me regaló para
tranquilizarme por el robo de la mía- salieron a la par mía. La
billetera dobló por diagonal 74 y eso fue lo último que víví con
resignación durante varios días.
Subí
al único balcón que tenía la cuadra y aparecieron imágenes en mi
cabeza: la choza que refugió a Salinger
durante años, la guitarra extraviada de Yupanqui, la escopeta de
Cobain; todas de mundos paralelos. Se producía una unión de
aquellas postales con la que estaba viviendo en ese momento. Las veía
junto a las maderas de la baranda que me sostenía. Había oscuridad
total, registré el aullido de los perros y noté cómo las alarmas
de la ciudad se iban apagando.
Han
pasado dos semanas y ahora, cuando me acuesto, tengo una rutina:
corro la cortina de la ventana de mi pieza y miro
sobre un árbol caído el número
tres de “Expreso Imaginario”, a veces el viento la abre y la
suspende en alguna página. Hoy se queda en la número trece. Luego
certifico si tengo mis llaves debajo de la almohada y por último me
tomo un lexotanil.
Orsai #1
Hernán
Casciari luce el pelo al ras y tiene nariz aguileña y ojos
fisurados. Fue escritor en grandes editoriales y ahora escribe bajo
sus propias reglas. Creó un proyecto cultural que se llama Orsai;
comenzó siendo un blog y ahora es revista, editorial, bar y
universidad. En una coferencia de TEDx explica -seseándo- los
detalles de su proyecto. Es ordenado y
se lo ve tímido. Quizás sea la cantidad de gente: en el salón hay
más de ochocientas personas. Durante su exposición nunca se va a
sentar en la silla que tiene adelante y va a permanecer con su bolso
cruzado apoyado sobre su barriga --a Casciari también lo apodan
cariñosamente gordo”--, como si fuera Mamá Cora. Tiene unos
papeles con apuntes y cuando los levanta para mirarlos de reojo se
nota que su mano tiembla.
–Ahora
abrimos un bar en Sal Telmo–, dice y acto seguido aclara la
dirección entre dientes como como si dijera un secreto, y hace reír
al auditorio. Hernán explica que la clave del proyecto Orsai fue
eliminar a los intermediarios, es decir: las corporaciones
editoriales, los contratos abusivos y los distribuidores.
–Agarramos
un contrato base de una editorial grande y tratamos de hacer todo lo
contrario–, resume.
El
gordo Hernán tiene 42 años, es de Mercedes (Provincia de Buenos
Aires) y aún conserva a muchos amigos de su infancia; uno de ellos
es Chiri -Christian Basilis- co-fundador de Orsai. La seducción y la
picardía con la que cuenta la historia de Orsai parece una constante
en su vida, algo que siempre lo caracterizó desde chico. Alcanza con
ver una foto de primer grado que eligió para poner de portada en su
cuenta personal de Facebook. Son 31 alumnos derechos, peinados y
sonrientes menos él, que practica un gesto: se hace el mono.
Aquel
hombre mono ahora se retira del salón de conferencias con
ochocientos aplausos en su espalda.
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