lunes, 24 de febrero de 2014

La hamaca del abuelo

Es raro que esté sentado un domingo a la mañana en la puerta de casa. A esa hora el sol te dá de frente. Esperaba a unos amigos, teníamos plan. Mi vecino, del cual conozco algunos de sus gustos -sé que una noche cantaron con sus amigos el primer disco de Vox Dei a los gritos, que sabe cosechar y que trabaja en la Uocra- pasó por la vereda y me saludó amablemente. Todavía no se aprendió mi nombre. Creo que tampoco sé el suyo, lo sospecho. Fue hasta la esquina y volvió; quince metros. Cuando pasó nuevamente frente a mí, se frenó y me dijo:

-¿Sabés una cosa? Esta madera que siempre acomodo la puso tu abuelo. Antes era un tirante que sostenía la hamaca donde jugaban todos ustedes. La sigo sosteniendo porque eso, la puso tu abuelo.

Después se fue y puso un disco de Janis Joplin al palo. Luego de veinte años vivo en la casa que hizo mi abuelo. Lo pensé y después hice mis planes. Estuve en un lugar de antigüedades. Habitaba el mismo olor que aquellos años. Estaba su olor. Ya ahora, de noche, nos vamos al cumpleaños de la vieja, mi abuela, cumple 83, y seguramente brindaremos por él.

Te extraño, abuelo.

Visto de negro y salgo los martes

Tengo un paraguas con mango de madera. No se trata de vejez, ni temor. Es una causa de dandismo, uno que se halle por los años cuarenta, que conozca de bares y poesía. Ese mango de madera un día me sostuvo la pera, miraba a una paloma destrozada por la urbanidad. La paloma lo llevaba sin rencores, picaba de la calle la basura de las primeras horas de la tarde. Había llovido toda la mañana y quizás el viaje se haría más largo. Era martes, por eso estaba vestido de negro y pensaba salir. Lo que nunca creí fue verla de esa manera, abriéndose por el medio de la gran ciudad, su sonrisa, luminosa, su sonrisa, salvadora. Se me zafó la pera de mi paraguas y la paloma nos dejó solos. Zapatillas de lona, vestido y campera de cuero. Todo por Diagonal Norte hasta el cine.



El primero de Vox Dei

Escuché ruidos en patio ajeno. Subí a la terraza y ví un pedazo de nube formada por el tóxico de la petrolera. Escuché canción y un par de gritos. Mi vecino está de asado con unos amigos, creo que son tres más. Trabajan en UOCRA. Mi vecino anda con mirada desviada y al metro noventa siempre lo tapa un enterito (vaya chiste) de maquinista, aunque sea verano. La canción me sonó conocida y la voz del cantante también; "Reflejos" gritaron. Al toque empezó "No es por falta de suerte" y después "Cuero". Los muchachos de la UOCRA están escuchando un disco de Vox Dei mientras se bajan un costillar entero. Si fuera un poco más vivo me subiría al borde de la medianera y les pediría un lugar, al menos un vaso. Sin embargo, ahora con la lluvia no escucho el final de "Presente" porque se metieron adentro para que el disco original no se les cague.