El otro día entré al Conservatorio escuchando el disco nuevo de los Beastie Boys. El frío me partía la cara, arriba de los auriculares tenía una gorra con un número 3 más la capucha negra de la campera. Miré de reojo la cara de Gilardo Gilardi y tiré una bocanada de vapor mientras subí las limpias escaleras. Adentro, en el hall principal quise ver a Ad-Rock pinchando discos y diciéndome que “El abuelo viene rapeando desde el 83´”, en vez de la señora de recepción con sus polleras largas, su último botón prendido y sus zapatos lustrados. Cuando pasé a su lado, la rocé con mi campera y me aseguré bien de que su lunar peludo no sea el tajo del barrio americano; casi no quise comprender que “Hot sauce Committee part two” se apagaba y estuve a punto de ponerle los auriculares a la amable y educada señora. Hubiera estado bueno, todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario