lunes, 16 de mayo de 2011

DG - Mayo - De Visita


El punk del FIFBA

La tradición, la diversidad y la vanguardia como si fuera una chocolatada de gula. De Garage se metió en el Bosque naranja y se tomó un jugo con los siguientes ingredientes: Mariana Baraj, Tremor y Juana fé.

Por Facundo Arroyo.
Fotos: Jimena Magerl


“Limpia mi alma de toda maleza… revive, vive, convive con tu paz”, termina de decir Mariana Baraj en su último disco -Churita- y al ritmo de Catupecu Machu viene bajando, al sur, a La Plata, al bosque. Ahí está la postal y el talento de esta morocha de grandes curvas: un árbol limpio, lleno de brotes y en su rama más grande la campera de cuero negra de Fernando Ruiz Díaz.


En el Festival Internacional de Folklore de Buenos Aires (FIFBA) hay columnas que se forman con cinta ancha naranja, bien Art decó. Son metros y metros de cintas naranjas que rodean cuatro palos de hierro y forman esas columnas. Son altas -quizás siete metros- y están por todo el predio. “El Woodstock del folklore” exageraban las promociones del evento que estaban hasta en las paradas de los micros de línea. Esos lugares que tan caros son.
Hay escenarios con nombres: Zambódromo, Alternativo, Anfiteatro, Panorama, El fógón y uno que le tiran el nombre de Circo Criollo. Este último es simpático, pasan cosas extrañas porque puede subirse cualquiera a cantar y además es el más chico -chiquito- de todos.
En el escenario alternativo generalmente pasan las cosas que más interesan en este diario, se camina por otros lados, pero el culito se apoya siempre en esos pastos que juntaron y armaron como banquitos de plaza campestre. Está pensado, por supuesto, en el FIFBA está casi todo pensado, hasta el color. Allí se presentan los artistas que, de alguna manera, están en alta. Hay definición, por supuesto: “Un viaje musical por las músicas del mundo, cruces entre clásicos, modernos y vanguardia”, dicen del Alternativo. Allí Mariana Baraj acaba de empezar a cantar.

Con fondo a lo Soledad Pastorutti desde el Zambódromo, Baraj intenta concentrarse. Por momentos el sonido se mezcla y cuesta diferenciar las dos actuaciones. Encima es justo el momento en el cual La Sole invita a su escenario a artistas que recién arrancan a tocar, chicos que no son invitados desde la organización del evento. Está Javier Caminos, cantautor de Berisso, que se sube y le vuela la cabeza a varios. Artistas de la ciudad no se encuentran muchos por ningún escenario.
“Vidalita” muestra a Baraj en plena función: pedales que mezclan sus distintas voces, sus ritmos disonantes con sus objetos -bombo, caja, chauchas- de percusión y otro arreglo coral que revuelve la panza de Mariana. Parecen trompetas en las praderas de un desierto mortal, son agudas, las hace finitas, y Baraj le pega dos veces más al bombo y termina la “Vidalita”.
Explica cada canción que pasa y es tan dulce, su mirada persiste con su presencia y casi sus mejillas se vuelven rojas. Pero cuando canta… Mariana se mete, interpreta, aloja a un león que muestra sus melenas desde la gesticulación de esta intérprete; señal de que la nueva trova va llegando. Cuando dice que va a hacer una canción que en su último disco cantó con Fernando Ruiz Díaz esta redacción espera que sea el final de Churita (“Mismomar”) pero no, hace el track 4, “Nadie”, y le pide a la madre tierra que se aquiete su dolor.
Mariana ya se va. Quiere hacer un tema a capella pero no puede concentrarse por la mezcla del sonido de los escenarios. Le piden una más, ella quiere, ella no puede, ella tira unos besos y desaparece junto con su compañero guitarrista, uno solo le alcanza y le sobra para salir a tocar.

Camilo Carabajal tiene barba en el mentón y sobre la pera se dejó un mechón más largo. Se rapó la bocha hasta la nuca y desde ahí le sale una melena larga, hay dos hileras de pelos que se meten por sus sienes como orejas de algún diablo de una cultura desconocida. Se parece a Corbata de Carajo, pero este es el Frotman-Bombo (legüero) de Tremor, una banda de Capital que fusiona rítmicas folklóricas y electrónica avant garde. Suenan a fiesta electrónica y hay una invasión de jóvenes bailarines que decoran la tarde del domingo. Contaminación visual y sonora para la señora que intenta sacar su reposera e irse corriendo hacia otro escenario.
“El más cuerdo de estos es el plomo”, dice un muchacho que está con los anteojos caídos, apoyados sobre la punta de su nariz, y un pan relleno envuelto prolijamente por dos servilletas de papel, también prolijamente recortadas. Malambos trivales, Huaynos idm, Chacareras glitch son algunas de las cosas que suenan en Tremor, conceptos que aparecen en su segundo disco de estudio, “Viajante”, de 2008.
Tremor no hace carrera clásica, sí su productor artístico y también integrante Leonardo Martinelli que estudió en el Conservatorio Manuel De Falla, pero su prontuario y sus giras van desde participaciones en películas locas hasta ganar premios por crear la música de un video-corto-danza llamado “Interio.Baño.Noche”. Ya estuvieron de gira por México DF, Estados Unidos y varios países Latinoamericanos.
Gerardo Farez es el más rockero de los cuatro integrantes (pelo largo y ropa negra), pero igual tiene su bombo legüero electrónico y sus sintetizadores. El más Tremor de todos es Vj Matapixels que cruza los cerebros del público con visuales que se apoderan de todo el enorme fondo del escenario Alternativo.  
Tremor hace “Malambo” y el sol se raja, pega la última resolana sobre el lago del Bosque y desaparece. La ceremonia electrónica -con tierra- baja los desniveles y las reposeras vuelven a aparecer.




Tres discos: “Con los pies en el barrio” (2004), “Afrorumba chilenera” (2007) y “La makinita” (2010); Juana fé llega desde Chile a ponerle color y pachanga vehemente a la última noche del FIFBA.
Juanito Ayala es pillo. Un atorrante. Tiene pollera y da la vueltita moviendo las caderas. Se ríe y se pone serio en dos segundos. Mira al cielo gritando “Víctor Jara” y muestra su mano cuando canta “Tengo Luquita” en señal de que su hierba todavía tira algo. Juanito Ayala, claro, es el cantante de Juana fé.
La banda chilena toca 25 veces por mes, anoten: Alemania, Bélgica, España, Francia, Holanda, Suecia, Suiza, Buenos Aires y por supuesto en muchos ambientes de su país. Allí suelen hacerlo gratis por alguna causa justa. Juana fé, de hecho, se forma cuando, con la idea de crear un nuevo proyecto musical, decide trabajar con agrupaciones sociales de la zona Norte de Santiago de Chile para recopilar historias y sonoridades populares.
Entre los pastos del festival parecen una mezcla de Todos tus muertos y Karamelo Santo, cada una de estas bandas, en su máximo punto de ebullición. Y dos chicas lo piensan y bailan, dan vueltas y regalan sonrisas. Contagian: seis, quince, treinta personas bailan y bueno, se arma un trencito en el FIFBA. Alto bailongo hecho trencito.
En vez de plata piden guita, “para no herir susceptibilidades” dice el pillo de Juanito y la fiesta se apaga. Escenario alternativo sin luces y todos para el Panorama que empieza Raly Barrionuevo.

Tradición, diversidad y vanguardia serían los pilares de este nuevo evento anual que ya se instala como cotidiano en el Bosque de la ciudad. “El festival más ecléctico e innovador de la Argentina”, vuelven a exagerar las promociones, pero ojo, que mientras siga habiendo actitud punk en el FIFBA De Garage va a seguir yendo.

Publicado en Mayo en De Garage – Diario de rock – número 42

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