Ffffsssshhht.
En el 275, el que va a Punta Lara, parece que se metió una lechuza.
Pueden ser los frenos del colectivo, la línea cuenta con el modelo
más viejo que se puede largar a la calle. Puede ser un pedo de la
señora que se me sentó al lado y parece fatigada. Puede ser el aire
entrecortado de alguna ventana. No sé qué sea, pero parece lechuza.
Cuando el bondi pasa por el Bingo -que se ubica próximo a la
estación de trenes- vuelvo a escuchar el ruido y miro de reojo a la
señora: parece calma, quizás porque ya es su segundo pedo o quizás
porque no tenga nada que ver. El ruido suena dos veces más, me saco
los auriculares y acomodo mi cuerpo para tener mejor visión hacia el
interior del micro. Dos pibes que están sentados delante de mí se
ríen. Mi asiento es el último antes de llegar a la puerta trasera.
Los chicos me miran y cabecean hacia la izquierda. A la misma altura,
pero en los asientos individuales, hay un hombre de unos 50 años con
la cabeza tumbada. Cada cuatro o cinco cuadras la endereza y luego se
le vuelve a caer. Sus ojos están rojos y vidriosos. Cuando llegamos
a Plaza Italia, casi el centro de La Plata, lo hace dos veces
seguidas.
Por
calle 7, el 275 se llena -y nosotros que ya nos acostumbramos al
señor chillón- esperamos sorpresas de los nuevos pasajeros. Algunos
están de espaldas y pegan el salto hasta que descubren el motivo del
ruido. Hay dos señoras que se asustan y hablan algo con el chofer.
En 7 y 45 hay un choque, bocinas, el micro intenta subir la rambla,
un auto de frente lo putea y el señor chillón endereza la cabeza.
Hay una chica que se acaba de subir aturdida y se pone justo adelante
del protagonista de nuestro viaje. La chica se balancea con las
maniobras enérgicas del micro que ya está retrasado y el hombre
toma una decisión incorrecta: trata de cederle su asiento a la
chica. Ella acepta la cortesía pero cuando él intenta dejarla pasar
pierde su estabilidad y manotea sin ver. Tetaculo, tetateta, culo.
Ahora hay gritos, un micro frenado y un chofer empujando a un señor
chillón hacia la esquina de 7 y 46. Abro mi ventana, el micro
arranca y desde la esquina, con cara de haberse bajado en la esquina
incorrecta, escucho el último suspiro del protagonista del 275:
Ffffsssshhht.
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