jueves, 7 de noviembre de 2013

La lechuza



Ffffsssshhht. En el 275, el que va a Punta Lara, parece que se metió una lechuza. Pueden ser los frenos del colectivo, la línea cuenta con el modelo más viejo que se puede largar a la calle. Puede ser un pedo de la señora que se me sentó al lado y parece fatigada. Puede ser el aire entrecortado de alguna ventana. No sé qué sea, pero parece lechuza. Cuando el bondi pasa por el Bingo -que se ubica próximo a la estación de trenes- vuelvo a escuchar el ruido y miro de reojo a la señora: parece calma, quizás porque ya es su segundo pedo o quizás porque no tenga nada que ver. El ruido suena dos veces más, me saco los auriculares y acomodo mi cuerpo para tener mejor visión hacia el interior del micro. Dos pibes que están sentados delante de mí se ríen. Mi asiento es el último antes de llegar a la puerta trasera. Los chicos me miran y cabecean hacia la izquierda. A la misma altura, pero en los asientos individuales, hay un hombre de unos 50 años con la cabeza tumbada. Cada cuatro o cinco cuadras la endereza y luego se le vuelve a caer. Sus ojos están rojos y vidriosos. Cuando llegamos a Plaza Italia, casi el centro de La Plata, lo hace dos veces seguidas.
Por calle 7, el 275 se llena -y nosotros que ya nos acostumbramos al señor chillón- esperamos sorpresas de los nuevos pasajeros. Algunos están de espaldas y pegan el salto hasta que descubren el motivo del ruido. Hay dos señoras que se asustan y hablan algo con el chofer. En 7 y 45 hay un choque, bocinas, el micro intenta subir la rambla, un auto de frente lo putea y el señor chillón endereza la cabeza. Hay una chica que se acaba de subir aturdida y se pone justo adelante del protagonista de nuestro viaje. La chica se balancea con las maniobras enérgicas del micro que ya está retrasado y el hombre toma una decisión incorrecta: trata de cederle su asiento a la chica. Ella acepta la cortesía pero cuando él intenta dejarla pasar pierde su estabilidad y manotea sin ver. Tetaculo, tetateta, culo. Ahora hay gritos, un micro frenado y un chofer empujando a un señor chillón hacia la esquina de 7 y 46. Abro mi ventana, el micro arranca y desde la esquina, con cara de haberse bajado en la esquina incorrecta, escucho el último suspiro del protagonista del 275: Ffffsssshhht.

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