martes, 21 de junio de 2011

Banco verde


El domingo fue un día gris, cansador. Luego del dulce barullo cultural me encontré solo sentado en un banco verde de la estación. Se había puesto oscuro y mientras la cara se me enfriaba los hombros caían. Estuve con la soledad y tuve miedo. De tenerlo todo a estar en un banco verde. En eso un coso negro apareció, parecía un engendro salido de un bosque heavy. Tenía los pelos duros de la mugre, despeinados. Caminó lento y me miró con dos enormes ojos color café. Era tan feo. Levantó el hocico y su mandíbula hacía que se le vean todos los dientes de abajo, casi que se comían su trompa. Puso sus dos patas en mis rodillas y con su cabeza me abrazó, se metió adentro de mi pulover. Qué hermoso pensé, pero luego tocaron bocina, me levanté y me fui; y él se quedó ahí abajo del banco verde de la estación, solo.

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