La Fabriquera: Una fiesta debajo del mundo
El grupo de teatro independiente e itinerante cumplió quince años y lo festejó donde la elite cultural elije abandonar sus desechos. En el marco de “La Plata arde, Parte II” el Teatro Argentino fue sede del cortejo de los que son capaces de apropiarse de la ciudad.-
“Hemos recorrido varios lugares desde que La Fabriquera se ha hecho itinerante, raros espacios, contextos oscuros”, y sin sonido el Cabe Mallo, encargado de enlazar la noche de la fiesta, gesticula: “como éste” y los más de 300 espectadores sonríen en voz baja.
La Fabriquera es un grupo de teatro independiente que se convirtió en itinerante en el año 2008, tiempo en el cual decidieron vender la casa que los albergaba para las expresiones que ellos mismos desafiaban. Este viernes 15 están festejando sus quince años de vida debajo del centro de la cuidad de La Plata.
En el marco de “La Plata arde, Parte II” el Teatro Argentino debe ser sede, también, del teatro independiente. La predisposición del equipo del lugar, las promociones y la gestión no están a gusto con sus apoyos a estos espacios pero de todas formas la fiesta se hace debajo del mundo y los espíritus oscuros cantan. Actúan y gritan. Ríen y bailan. Los festejos de La Fabriquera son puro aire en la elite del arte y su ritual celebra la apertura de variadas disciplinas.
Dice Laura Valencia, directora artística del colectivo: “Cuando salimos a buscar en el interior del Teatro un lugar viable para hacer la retrospectiva, recorrimos las entrañas del edificio y nos perdimos en pasillos oscuros y escaleras zigzagueantes que conducían a espacios aún en obra. Cuando di con un lugar posible, lo elegí -entre otras cosas- al vislumbrar lo interesante que sería contrastar el cemento con cuerpos más bien frágiles y descubiertos. Después advertí, además, que el espacio era inabarcable a la mirada. Encontré un enorme triángulo escaleno, poblado por columnas de hormigón y recovecos que proponían otro recorrido, y ahí surgió la idea de intentar que el público se traslade y abandone la comodidad del asiento. Imaginé un público paseante, en la noche del subsuelo”.
Es el lugar donde los desechos del Teatro Argentino de La Plata descansan entre paredes de tierra y aire húmedo. Hay ventanas que muestran la ciudad pero es gracias al diseño moderno del lugar que ha quedado a medio terminar. Expulsados (obra teatral de La Fabriquera) abre la celebración al fondo de un subterráneo oscuro, con reflectores que marcan el camino, estufas altas que hacen la tarea de candelabros y espacios donde se percibe que hay gente moviéndose pero no se alcanza a ver qué es lo que demonios hacen.
Cuando termina la obra, la estética de la fiesta se deja descubrir: Hay visuales (Muestra del único día), un video “institucional independiente” (Imágenes crudas. La fabriquera, 1995 / 2011). También hay cóctel, música e invitados especiales: Al Triángulo, Mamichula! Cocinería Mutante por la diversidad inclusiva, los cuales presentan: “MACUMBA, manada culinaria!” (cocina casera y cóctels para vivir y revivir alimentando el amor expansivo y el trabajo artístico).
Algo de eso y algo más. La Fabriquera tiene preparado un verdadero escenario itinerante: hay muestras de todas sus obras esparcidas por los restos, tarimas que van cambiando de lugar -esos espacios donde buscan la incomodidad-, y luces por los recovecos y rincones; hay luz. Lucen sonrisas los artistas, ríe el subterráneo del Teatro Argentino -siempre en silencio, sumido en la soledad, sucio y desprolijo-, gritan los ardientes ciudadanos que se apropian de la ciudad.
“La idea de retrospectiva supone re edición, pero no ignoramos que esa repetición, en el arte, es imposible, y algo más imposible en la danza y en el teatro. En el intento de re editar las obras del pasado, recuperar proyecciones y fotos, mudar escenografías y cuadros, realizar entrevistas, seleccionar música, creamos una nueva obra, una fiesta debajo del mundo”, explica la artista Valencia mientras acomoda un reflector para el último número de la primera noche. Una mujer, con un tapado de piel mentirosa y un piso de negro nylon, aparece entre la oscuridad del cuarto más frío del lugar y se tira un termo lleno de agua. La mujer, ahora desnuda, resbala como si fuera una niña por su suelo oscuro y libera su propio cisne negro.
Luego esa ventana que da a la superficie se abre y todos salen corriendo para bailar la resurrección de los despelotados, los sentimentalistas, los rufianes melancólicos, los que son capaces de apropiarse de la ciudad desde sus raíces. Una de las últimas frases de Laura Valencia se altera y se pintan sus palabras en las barandas del edificio municipal: La Fabriquera hundida circunstancialmente en una esquina de la ciudad se transforma en un inmenso museo laberíntico. El público pudo ver cómo se articularon la danza, la plástica, el teatro y la música, en torno a un proyecto mancomunado que acaba de cumplir quince años de vida.
La insurrección del teatro independiente, como si fueran esas enormes sombras gigantes que se ven desde el sótano el sábado, ya en el grito final de la fiesta. Sombras enormes que danzan bajo la noche fría comandadas por los reflectores que se escaparon de la cueva. Una fabriquera gigante que también tiene cumpleaños de quince como esas muchachas que sueñan con ser princesas oscuras danzando como cisnes negros en un pantano de nylon.
Por Facundo Arroyo.-
Fotos: The Dark Flack.-
Publicada en Agencia NaN (www.agencianan.blogspot.com). Versión sin editar.
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